Por: Omar Rincón.
Comentario: Radio Urdimbre.
Tener bien claro el papel que desempeñarán los Medios de Comunicación, en este caso haciendo referencia claro esta, a los medios Comunitarios Alternativos y Alternativos, es no solo un deber ético, sino el interés que desborda al tema LA PAZ y el Compromiso Social, de todos los estamentos de la vida nacional. Pues ya bien claro y definido está el de los Medios Masivos, y los dueños de estos, que por razones de fuerza mayor, inclinan la balanza hacia los poderes implícitos dentro de la sociedad.
Ahora es el momento en que las comunidades se acompañan y apropian de sus herramientas comunicativas y de expresión como agentes de significantes propios, de procesos e interlocuciones, que los modelos masivos no permiten. No es frecuente que el ciudadano medio, pueda elaborar un ejercicio de la comunicación propiamente dicha, en doble vía, emisor y receptor y viceversa. Tomamos estos importantes conceptos y opiniones de este experto comunicador y maestro, para dejar aquí plasmada una reflexión, o varias, acerca de lo que será el posconflicto en materia de Divulgación entre las comunidades
Los medios dicen que ellos son el
poder, y por eso quienes aspiran a la toma del poder aspiran a tomarse los
medios de comunicación. Pero los medios no son el poder, de modo que las FARC
están equivocadas: el problema de las FARC es su mensaje.
Omar Rincón*
Poder y medios
Desde que existe la
sociedad de masas se ha sabido que gobernar es comunicar.
Por eso los medios
de comunicación son la cancha donde hoy se juega el partido de la democracia.
La calle, la gente, las ideas, los programas, las políticas para el bienestar
colectivo, los derechos humanos no importan… o importan sólo en tanto sirvan
para tomarse las pantallas de televisión y desde allí construir los relatos del
poder político.
Bajo estas
circunstancias la lucha por el poder parece consistir en tener medios de
comunicación, más que en tener ideas o en ejecutar programas de gobierno.
La lucha por el poder
parece consistir en tener medios de comunicación, más que en tener ideas o en
ejecutar programas de gobierno.
Pero, como escribe Martín Caparros, la batalla
alrededor de la comunicación es una donde “los unos (los medios) atacan
esgrimiendo una democratización de la información que no practican ni ebrios ni
dormidos, mientras los otros (los gobiernos) se defienden invocando una
libertad de prensa que siempre intentaron sofocar con sus medios y sus
prácticas empresariales”. Una batalla en la cual no creen sino los dueños de
los medios y los dueños de la opinión.
Ojalá todo fuera así de simple. Porque contrariamente a lo que suele
decirse – y a lo que ellos dicen de sí mismos -, los medios no son el poder.
Son apenas el “cheerleader” del poder. El poder está en otra parte.
Las propuestas de las FARC
En desarrollo del punto 2 de la agenda de La Habana (“participación
política”) y en lo tocante a “democratización de la información y de los
medios masivos de comunicación”, en agosto de 2013 la delegación de las
FARC formuló las diez
propuestas que esta semana revivieron y que han causado conmoción entre
los dueños de los medios:
“1. Participación social en el
diseño, puesta en marcha y control de políticas de información y comunicación;
2. Democratización de la propiedad
sobre los medios de comunicación y fortalecimiento de la propiedad pública
estatal y comunitaria;
3. Democratización del espectro
radioeléctrico y distribución equitativa de frecuencias de radio y televisión;
4. Derecho a la información veraz y
oportuna, responsabilidad ulterior y derecho de réplica;
5. Acceso a los medios de
comunicación de la oposición política y social;
6. Acceso especial a los medios de
comunicación de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes y de
sectores sociales excluidos, en especial de las mujeres los jóvenes y la
comunidad LGTBI;
7. Financiación estatal y privada de medios de comunicación alternativos y comunitarios;
7. Financiación estatal y privada de medios de comunicación alternativos y comunitarios;
8. Acceso universal a las tecnologías
de la información y las comunicaciones;
9. Mejoramiento de las condiciones
laborales de los trabajadores de la información y la comunicación;
10. Programa especial de información
y comunicación para la reconciliación y la construcción de la paz con justicia
social”.
Pues bien: resulta
que este decálogo es exactamente el mismo que defienden los movimientos
sociales de América Latina respecto de los medios de comunicación. Son reclamos
justificados y reformas necesarias, de manera que las FARC no dicen nada
original ni realmente revolucionario cuando se piensa en una democracia.
Pero el problema de
las FARC no radica en la arquitectura política de los medios de comunicación,
que su decálogo describe bien y cuya reforma es sin duda necesaria. El problema
de las FARC consiste en su falta de mensaje, en qué no tienen mucho qué decir o
en que no saben cómo decirlo para llegar al gran público.
Dicho de otra
manera: las FARC no se han dado cuenta de que los medios han dejado de
tener el poder y que la comunicación es más un asunto de narrativas y de
ciudadanías que de simple propaganda.
Los gobiernos y los medios
Manta, Ecuador. Tomo un taxi rumbo a la universidad. Cuando el taxista
se entera de que voy a un taller de periodistas, me invita a que les diga que “los
periodistas son, todos, unos sinvergüenzas”. Bueno, pero por qué, le digo.
“Porque no tienen criterio para informar… porque los que producimos la
información somos la gente de verdad, de modo que deberían pagarnos a nosotros
en lugar de pagar para leerlos a ellos”. Llego y cuento. Los periodistas
afirman que ese es el mensaje que el presidente Correa difunde todo el
tiempo. Y este mensaje tiene sentido.
Correa, como Chávez
y Maduro, como Evo y Ortega, como Peña Nieto, Uribe, Rajoy o Santos, dominan
los medios: los controlan vía leyes o vía twitter, vía publicidad oficial o vía
censura, vía invitaciones, premios y castigos. Quien gobierna controla los
medios de comunicación.
Y en otras tierras son los medios quienes controlan a los gobiernos.
Como O Globo y La Folha en Brasil, El
Mercurio en Chile, Clarín y La Nación en
Argentina, El Comercio en Perú, Fox en Estados Unidos…
En ambos casos -y
por razones contrarias- los poderosos “dominan y controlan la enunciación del
mensaje”. Luego deberían ser exitosos en su afán de controlar al pueblo.
Pero no:
·
Correa, Peña Nieto, Uribe, Santos, Rajoy, Chávez-Maduro, Evo, Ortega lo
controlan todo menos el querer, el sentir y el pensar de sus pueblos. Cada vez
hay más disenso y más protesta social. Porque el pueblo al descubrir la
democracia entendió que su libertad de pensar es sagrada, y está harto de que
lo eduquen, lo ordenen y lo crean súbdito.
·
Y lo mismo con los medios. Por más que quiera o sueñe La Folha y O
Globo, El Mercurio, Clarín, La Nación,
Fox, o El Comercio… no podrá tumbar a los presidentes elegidos por
la democracia. El poder de los medios de comunicación es un mito que se
desvanece solo.
Dos ideas equivocadas
1. A más control sobre los medios, más apoyo popular. Correa tiene más
medios que cualquier presidente anterior, pero su pueblo ya desconfía de su
autoritarismo. Uribe es el dueño del discurso de la guerra y no ha podido
dominar la opinión popular. Santos compra todos los espacios de publicidad y de
la prensa light pero su gobierno es impopular. Petro domina
Canal Capital y compra publicidad en los grandes medios pero cada día se lo
detesta más. Ortega y Evo han aumentado el número de medios y nada.
El caso más
emblemático y contundente es el de Venezuela. Todos los medios: globales
(Telesur), nacionales (Venezolana, Vive TV, Tves), locales (Ávila TV) y de
propiedad colectivo (Katia TV). Todos los territorios tomados: todos los
públicos ganados. Pero no… el mensaje no llega, ni pasa, ni se vuelve pueblo.
2. A más mensaje, más pueblo encantando. El pueblo juega
al “juego de la seducción mediática” pero nunca abdica de sus saberes,
expectativas y necesidades: por eso el pueblo sabe que detrás de tantos
mensajes de progreso o de unidad, lo que hay es un deseo de mentir. El pueblo
ama cuando se ve tocado en el corazón… en los servicios públicos… o en el
bolsillo. Y tal vez, los medios de comunicación sirvan para conquistar el
corazón, pero no para el bolsillo ni para satisfacer las necesidades básicas.
El control sobre el mensaje, la cantidad de medios a favor o el
espectáculo como seducción no son suficientes para ganar el poder, conquistar el
mercado de la opinión popular y construir el relato de la
hegemonía política. Para ganar el amor de pueblo hay que
·
respetar las libertades (la de pensar con la propia cabeza primero que
todas);
·
partir siempre de la base de que la gente es capaz de comprender por sí
misma;
·
dejar de educar (no somos ignorantes en la vida pública) y de hacer
propaganda (no somos tan bobos como para saber que nos mienten);
·
contar en las narrativas, las estéticas y los formatos de la
comunicación de la gente;
·
tener mensaje, tener ideas, tener coherencia, tener modelo de país.
El poder está en otra parte
-El poder está en las empresas que desarrollan el capitalismo
financiero, donde lo importante son las acciones en la Bolsa y donde la gente
sale sobrando.
-El poder está en los ciudadanos que han comprendido el valor de
la solidaridad, que también son sujetos de enunciación política y
comunicacional, para quienes lo que cuenta es convivir con decencia y dignidad.
-El poder está en las libertades, en los derechos humanos y en la
democracia social; por eso, cuando las libertades se limitan el ciudadano huye del poder
constituido y lo llama autoritario, y le dice que miente.
-El poder está en las estéticas, las narrativas y los formatos. Comunicar es
conectarse desde los géneros y formatos, es narrar bien. Y para narrar bien hay
que huir del lenguaje acartonado y apelar al relato y las estéticas
populares, para ganar los modos como la gente se comunica, goza y expresa. Si
se narra en la estética de la gente (Chávez, Obama, Uribe, Cristina, Mujica,
Lula…) se gana el corazón del pueblo; si se evangeliza y educa se pierde el
favor popular (Santos, Dilma, Bachelet…).
-El poder está en el mensaje y su vivencia. Si no se tienen
más que ideas preconcebidas y mensajes-eslogan, no se tiene nada. Si lo que se
dice no se actúa, vive y demuestra no hay nada qué comunicar. El Estado
colombiano, por ejemplo, ganó la legitimidad de la guerra (por eso, cada
soldadito que levanta el pulgar comunica que “ganamos la guerra” –aunque
sea una mentira) pero perdió la legitimidad de la presencia en el
territorio (y por eso no basta con decirlo en propagandas y medios, cuando la
realidad dice otra cosa: estamos abandonados).
No son la información y los medios, sino la ficción y el entretenimiento
Los medios como
poder para ganar elecciones, asegurar gobernabilidad y construir legitimidad
política fueron uno de los grandes mitos de la política del siglo XX. Tanto que
la sociedad, y también las FARC, compraron eso de que el poder pertenecía a los
medios de comunicación. Los intelectuales orgánicos, los políticos y los
gobernantes convirtieron el comunicar en “la ideología” que asegura el
éxito en la lucha por el poder.
Pero llegó el siglo XXI y todo cambió: llegaron el internet, el celular
y las redes sociales; se inventó el derecho a la comunicación; los ciudadanos,
también, quisieron tomarse las pantallas. Todo cambio: el concepto delibertad
de expresión, la idea de régimen político, los modos de
hacer periodismo y el papel de los medios en
la sociedad.
El problema de las
FARC consiste en su falta de mensaje, en qué no tienen mucho qué decir o en que
no saben cómo decirlo
En términos de
arquitectura institucional de las comunicaciones, las FARC están donde deben
estar porque hacen suyas las banderas indiscutiblemente democráticas de
·
limitar la concentración de la propiedad sobre los medios,
·
profundizar la libertad de expresión;
·
lograr que el Estado intervenga para que más ciudadanos hagan parte del
relato público es decir, para hacer realidad el derecho a la
comunicación;
·
ampliar los accesos públicos ciudadanos desde todas las voces y
enunciaciones;
·
romper el monoteísmo enunciativo de los empresarios, los políticos y los
gobernantes;
·
convertir la diversidad cultural en espectáculo estético y narrativo;
·
intervenir el modelo cognitivo y narrativo de las tecnologías para
hacerlas decir los mensajes en la clave estético-narrativa de cada identidad y
sensibilidad.
Las FARC, sin embargo, seguirá perdiendo la guerra mediática mientras no
entiendan que la victoria depende del mensaje, de su vivencia y de su
coherencia. Las FARC siguen creyendo que los medios son “herramientas” para
pasar información y seducir-convencer pueblo, que son “tácticas” para agarrar
pueblocomo dirían Mayolo y Ospina.
En materia de
políticas de comunicación, las FARC están pidiendo lo lógico y justo. Pero no
se han dado cuenta que no tienen legitimidad, ni mensaje, ni mucho menos
estética y narrativa: su peor error, el andar desconectados del país…
comunicacional. Las FARC deben entender que donde se baja línea y se crean los
imaginarios y relatos políticos es en la producción del entretenimiento, en la
ficción, en los realities, en los concursos, el humor y los musicales… que los
tiempos de evangelio mediático ya pasaron.
* Director de la Maestría en Periodismo de la Universidad de los Andes.
orincon61@hotmail.com
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