Comentario de RadioUrdimbre. Claudia Mar.
Boaventura de Sousa Santos: en defensa de Venezuela.
En estos días de tanto fragor y debate, en salones, reuniones y hasta parques, transita la alineación, entre unos y otros, a tal punto, que han aparecido en medios de comunicación, solicitudes de asesinar a uno u otro ¨actores¨ del conflicto que vive Venezuela. Debo decir, que es precisamente Colombia la punta del iceberg, en cuanto a polarización en temas políticos, como preámbulo a una sana discusión. En segundo lugar, los Medios nacionales, son tan virulentos en sus posiciones extremas, que se pensaría que el ejercicio de investigación periodística, esta en pañales aún. Pues si bien se habla de la poca o nada, independencia de estos, tampoco les asiste la favorabilidad de estudiar y contemplar en plano general, el panorama sociocultural que ha reinado en el país bolivariano, durante las dos últimas décadas, elemento de vital importancia a la hora de esgrimir una afirmación de carácter escueto, como lo han hecho, en los últimos días. No olvidemos el 9 de Abríl Colombiano.
No consideramos que la crisis de Venezuela, sea mejor o peor que la colombiana, pero, cuantas veces estos medios se han ocupado de decirle a un presidente, en su momento, como fue y sigue siendo, para el tema colombiano, el nocivo caso del auge de las autodefensas y los falsos positivos, hechos aberrantes que la historia condenará por siempre. Fenómenos que dejaron el ámbito local y se trasladaron a Venezuela, como fructiferos negocios, para fortalecer ciertos grupos en el vecino pais, hecho que para nadie es un secreto. La prensa colombiana, ha sido sorda y sesgada, parcializando las opiniones de los colombianos, con marcado éxito, debo decir. Del porque? se ocupará la historia también, en otros debates.
No es caracterizar de buenos y malos. Una revolución que ha costado, que se ha mantenido y cree en su permanencia, es defendida a sangre y fuego. Siempre ha sido la historia de los brotes insurgentes, y gobiernos revolucionarios en el mundo entero, caso Angola, Salvador, Chile y todos los que entraron por esa puerta. Los tránsitos pasajeros, o duraderos, han desafiado al establecimiento ordenado burgués. Se prioriza el bienestar de las mayorías, de las expresiones populares y todo lo que se conquistó durante la bonanza petrolera en sus albores. Hoy como dirían nuestros mayores, otro cantar es la dura realidad que enfrenta el pueblo en Venezuela, que nos duele, que nos martiriza, y para el cual rogamos, una salida sin más muertos ni violencia.
La constituyente, debe exigirse como un espacio de dialogo y participación de hermandad, por encima de todo, pero no es llamando a la venganza y muerte, que los colombianos debemos motivar nuestros afectos, ni a través de ondas desinformativas y alineadas al lado equivocado. Somos la expresión de un pueblo que sigue soñando con la Paz, y debemos dar ejemplo.
Venezuela vive uno de los momentos más críticos hechos como aberrantes en su historia. Acompaño crítica y solidariamente la Revolución bolivariana desde el inicio. Las conquistas sociales de las últimas dos décadas son indiscutibles. Para comprobarlo basta consultar el informe de la ONU de 2016 sobre la evolución del índice de desarrollo humano.
Dice este informe: “El índice de desarrollo humano (IDH) de Venezuela en 2015 fue de 0.767 –lo que colocó al país en la categoría de alto desarrollo humano–, posicionándolo en el puesto 71º de entre 188 países y territorios. Tal clasificación es compartida con Turquía. De 1990 a 2015, el IDH de Venezuela aumentó de 0.634 a 0.767, un aumento de 20.9 por ciento. Entre 1990 y 2015, la esperanza de vida al nacer aumentó a 4.6 años, el período medio de escolaridad ascendió a 4.8 años y los años de escolaridad media general aumentaron 3.8 años.
El rendimiento nacional bruto (RNB) per cápita aumentó cerca de 5.4 por ciento entre 1990 y 2015. Se hace notar que estos progresos fueron obtenidos en democracia, solo momentáneamente interrumpida por la tentativa de golpe de Estado en 2002 protagonizada por la oposición con el apoyo activo de Estados Unidos.
La muerte prematura de Hugo Chávez en 2013 y la caída del precio de petróleo en 2014 causaron una conmoción profunda en los procesos de transformación social entonces en curso. El liderazgo carismático de Chávez no tenía sucesor, la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones siguientes fue por escaso margen, el nuevo presidente no estaba preparado para tan complejas tareas de gobierno y la oposición (internamente muy dividida) sintió que su momento había llegado, en lo que fue, una vez más, apoyada por Estados Unidos, sobre todo cuando en 2015 y de nuevo en 2017 el presidente Obama consideró a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”, una declaración que mucha gente consideró exagerada, si no también ridícula, pero que, como explico más adelante, tenía toda lógica, desde el punto de vista de Estados Unidos, por supuesto.
La situación se fue deteriorando hasta que, en diciembre de 2015, la oposición conquistó la mayoría en la Asamblea Nacional. El Tribunal Supremo de Justicia suspendió a cuatro diputados por alegar fraude electoral, la Asamblea Nacional desobedeció, y a partir de ahí la confrontación institucional se agravó lo cual fue progresivamente propagándose en las calles, alimentada también por la grave crisis económica y de abasto que entre tantas cosas explotó. Más de cien muertos, una situación caótica.
Mientras, el presidente Maduro tomó la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente (AC) para ser elegida el 30 de julio y Estados Unidos amenazó con más sanciones si las elecciones se producen. Es sabido que esta iniciativa busca superar la obstrucción de la Asamblea Nacional dominada por la oposición.
El pasado 26 de mayo suscribí un manifiesto elaborado por intelectuales y políticos venezolanos de varias tendencias políticas, apelando a los partidos y grupos sociales en conflicto a parar la violencia en las calles e iniciar un debate que permitiese una salida no violenta, democrática y sin la injerencia de Estados Unidos. Decidí entonces no volver a pronunciarme sobre la crisis venezolana.
¿Por qué lo hago hoy? Porque estoy alarmado con la parcialidad de la comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar un gobierno legítimamente electo, atizar el incendio social y político y legitimar una intervención extranjera de consecuencias incalculables.
La prensa española llega al punto de embarcarse en la posverdad, difundiendo noticias falsas sobre la posición del gobierno portugués. Me pronuncio animado por el buen sentido y equilibrio que el ministro de Asuntos Exteriores portugués, Augusto Santos Silva, ha mostrado sobre este tema. La historia reciente nos muestra que las sanciones económicas afectan más a ciudadanos inocentes que a los gobiernos.
Basta recordar los más de 500 mil niños que, según el informe de Naciones Unidas de 1995, murieron en Irak como resultado de las sanciones impuestas después de la guerra del Golfo Pérsico. Recordemos también que en Venezuela vive medio millón de portugueses o lusodescendientes. La historia reciente también nos enseña que ninguna democracia sale fortalecida de una intervención extranjera.
Los desaciertos de un gobierno democrático se resuelven por vía democrática, la cual será tanto más consistente cuanto menor sea la interferencia externa. El gobierno de la Revolución bolivariana es democráticamente legítimo. A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca ha dado señales de no respetar los resultados electorales. Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería criticable si no respetara los resultados.
Pero no se puede negar que el presidente Maduro tiene legitimidad constitucional para convocar la Asamblea Constituyente. Por supuesto que los venezolanos (incluyendo muchos chavistas críticos) pueden legítimamente cuestionar su oportunidad, sobre todo teniendo en cuenta que disponen de la Constitución de 1999, promovida por el presidente Chávez, y disponen de medios democráticos para manifestar ese cuestionamiento el próximo domingo. Pero nada de eso justifica el clima insurreccional que la oposición ha radicalizado en las últimas semanas y cuyo objetivo no es corregir los errores de la Revolución bolivariana, sino ponerle fin, imponer las recetas neoliberales (como está sucediendo en Brasil y Argentina) con todo lo que eso significará para las mayorías pobres de Venezuela.
Lo que debe preocupar a los demócratas, aunque esto no preocupa a los medios globales que ya han tomado partido por la oposición, es la forma en que están siendo seleccionados los candidatos. Si, como se sospecha, los aparatos burocráticos del partido de Gobierno han secuestrado el impulso participativo de las clases populares, el objetivo de la Asamblea Constituyente de ampliar democráticamente la fuerza política de la base social de apoyo a la revolución se habrá frustrado.
Para comprender por qué probablemente no habrá salida no violenta a la crisis de Venezuela, conviene saber lo que está en juego en el plano geoestratégico global. Lo que está en juego son las mayores reservas de petróleo del mundo existentes en Venezuela. Para el dominio global de Estados Unidos es crucial mantener el control de las reservas de petróleo del mundo. Cualquier país, por democrático que sea, que tenga este recurso estratégico y no lo haga accesible a las multinacionales petroleras, en su mayoría norteamericanas, se pone en el punto de mira de una intervención imperial.
La amenaza a la seguridad nacional, de la que hablan los presidentes de Estados Unidos, no está solamente en el acceso al petróleo, sino sobre todo en el hecho de que el comercio mundial del petróleo se denomina en dólares estadounidenses, el verdadero núcleo del poder de Estados Unidos, ya que ningún otro país tiene el privilegio de imprimir los billetes que considere sin que esto afecte significativamente su valor monetario.
Por esta razón Irak fue invadido y Oriente Medio y Libia arrasados (en este último caso, con la complicidad activa de la Francia de Sarkozy). Por el mismo motivo, hubo injerencia, hoy documentada, en la crisis brasileña, pues la explotación de los yacimientos petrolíferos presal estaba en manos de los brasileños. Por la misma razón, Irán volvió a estar en peligro. De igual modo, la Revolución bolivariana tiene que caer sin haber tenido la oportunidad de corregir democráticamente los graves errores que sus dirigentes cometieron en los últimos años.
Sin injerencia externa, estoy seguro de que Venezuela sabría encontrar una solución no violenta y democrática. Desgraciadamente, lo que está en curso es usar todos los medios disponibles para poner a los pobres en contra del chavismo, la base social de la Revolución bolivariana y los que más se beneficiaron de ella. Y, en concomitancia, provocar una ruptura en las Fuerzas Armadas y un consecuente golpe militar que deponga a Maduro. La política exterior de Europa (si se puede hablar de tal) podría constituir una fuerza moderadora si, entre tanto, no hubiera perdido el alma.
Un texto de Boaventura de Sousa Santos / Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez / publicado originalmente en Question Digital
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