El círculo vicioso de la violencia y la corrupción.
La violencia
será sistemática, como de hecho está ocurriendo otra vez en algunas regiones,
mientras sigamos eligiendo a los mismos.
Por: Elvira María Restrepo
Universidad de Miami. Fla.
Comentario de Urdimbre.
¨ En la búsqueda de intereses personales, el flagelo de la corrupción, encuentra su caldo de cultivo. En las mentes donde no existe el concepto de mutualidad, desarrollo, equidad, o Solidaridad. Menos aún un proceso que dignifique una sociedad como la colombiana. Con alarmante frecuencia se habla en los Medios de Comunicación masiva, por estos días, de investigaciones y fraudes que dejan al descubierto, lo que a voces se repetía en todos los rincones de la patria, por mas de 4 décadas. Incluso con la complicidad de estamentos públicos y jurídicos de la nación, encargados de temas de Justicia, Gobierno y Educación, por nombrar algunos.
Asistimos por largos periodos a procesos de desgobierno, ilegitimos quizas, frente al cumplimiento irrestricto de la Constitución Nacional, que nos hace a todos los ciudadanos, iguales en Derechos, dignos de vivir en una nación ostentando los buenos ejemplos y normas de convivencia, como pais libre y en desarrollo de recursos humanos y respeto de los Derechos Fundamentales. Tantos años de impunidad no solamente contra los violentos, sino por las largas demandas contra hechos de flagrante corrupción y apropiación indebida del erario público, verdad de que todos sabemos ampliamente.
El asunto esta en colocar a la orden del día, y con carácter extraurgente, un cambio de 180 grados, y de manera significativa, en los pensums de colegios y universidades, algo así como la generación de la Nueva Urbanidad de Carreño, o la Nueva Cartilla Charry, con la que aprendimos a escribir, y que de paso, se incluyan los conceptos a ser reaprendidos a cabalidad. La perdida ética y de valores elementales de tipo social y colectivo, como ejercicio de la verdadera ciudadanía del presente nuevo, que ameríta poner en vigencia como verdadera pedagogía de Paz, y poder superar así los nubarrones que no nos han dejado contemplar la vida en armonía¨
Decía el profesor Samuel Huntington que la violencia y la
corrupción son dos síntomas del mismo mal.
En el
caso de Colombia, también se puede afirmar que durante muchos años la guerra
opacó la corrupción pues, a diferencia de esta última, los efectos del
conflicto son casi siempre visibles e inmediatos.
En
contraste, la corrupción es invisible o casi, hasta cuando se rebasa la copa y
la situación es muy grave. Los casos recientes de corrupción en Colombia, tanto
en las altas esferas del poder público, la política, la contratación y el
sector privad no son nuevos, como tampoco lo son muchos de los involucrados.
El
problema es que no habíamos visibilizado su magnitud ni la corrupción se había
manifestado tan sistemáticamente en los más altos niveles del Estado: desde los
políticos locales, hasta el mismo corazón de la justicia.
Muchas de
las decisiones de nuestras altas cortes y tribunales se habían vuelto un
referente nacional, y a veces regional, de imparcialidad y progreso
socio-económico.
Piénsese
en las decenas de decisiones de la Corte Constitucional sobre temas como el
“estado de cosas inconstitucional” (T-025 de 2004) a raíz de la crisis
humanitaria que generó el desplazamiento masivo de millones de víctimas del
conflicto armado; las miles de tutelas que permitieron que muchos colombianos
pudieran hacer realidad derechos fundamentales concretos en temas como el
acceso a la salud, la educación, los derechos de las minorías, entre muchos
otros; y claro, fallos históricamente trascendentales para la democracia del
país como el que le impidió a uno de los presidentes más populares de Colombia
perpetuarse en el poder, situación, esta sí, que hubiera llevado a Colombia a
tomar el mismo camino que nuestra vecina Venezuela. Todos ellos son
emblemáticos de los avances que logró la justicia colombiana.
Por ello,
cuando la corrupción se destapa, y peor aún, cuando se ve claramente que no son
unas pocas manzanas podridas sino muchas, y en especial en la rama del poder
público encargada de vigilarla es imperativo tomar todas las medidas necesarias
para controlarla sin recurrir a caserías de brujas, pero si atacando los
síntomas de raíz.
El tema
de cómo luchar contra la corrupción en Colombia, además, está sobre
diagnosticado.
El
progreso de la paz y del país, aun cuando muchos de los dividendos alcanzados
hagan pensar que ya la paz no es el centro de la problemática del país, depende
de que la corrupción no sea la regla, y de que quienes detentan el poder
político y económico fortalezcan el estado de derecho, legislen para el bien de
la mayoría, e inviertan los recursos donde deben ir, y no los usen para su
propio beneficio o el de unos pocos.
La
violencia será sistemática, como de hecho está ocurriendo otra vez en algunas
regiones, mientras sigamos eligiendo a los mismos, o nos marginemos de nuestro
derecho a votar, como ocurre con más de la mayoría de los colombianos que se
abstienen de hacerlo.
El 2018
es un año electoral, hagamos la tarea bien hecha.
En
nuestras manos esta elegir bien a quienes nos gobiernan, pues estos a la vez
elegirán al resto, y manejaran los recursos de un país que todavía no ha
superado muchos de los problemas que perpetuó el conflicto armado durante años,
entre ellos, opacar la corrupción que hoy nos invade. (Tomado de la Silla Llena: Red de la Paz Agosto 21 de 2017)
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