Nuestra Emisora

sábado, 26 de agosto de 2017

POR LAS ETICAS MODERNAS Y FUNDAMENTALES.


El círculo vicioso de la violencia y la corrupción.
La violencia será sistemática, como de hecho está ocurriendo otra vez en algunas regiones, mientras sigamos eligiendo a los mismos.

Por: Elvira María Restrepo
Universidad de Miami. Fla.

Comentario de Urdimbre. 
¨ En la búsqueda de intereses personales, el flagelo de la corrupción, encuentra su caldo de cultivo.  En las mentes donde no existe el concepto de mutualidad, desarrollo,  equidad, o Solidaridad.  Menos aún un proceso que dignifique una sociedad como la colombiana.  Con alarmante frecuencia se habla en los Medios de Comunicación masiva, por estos días, de investigaciones y fraudes que dejan al descubierto, lo que a voces se repetía en todos los rincones de la patria, por mas de 4 décadas. Incluso con la complicidad de estamentos públicos y jurídicos de la nación, encargados de temas de Justicia, Gobierno y Educación, por nombrar algunos.
Asistimos por largos periodos a procesos de desgobierno, ilegitimos quizas, frente al cumplimiento irrestricto de la Constitución Nacional, que nos hace a todos los ciudadanos, iguales en Derechos, dignos de vivir en una nación ostentando los buenos ejemplos y normas de convivencia, como pais libre y en desarrollo de recursos humanos y respeto de los Derechos Fundamentales.  Tantos años de impunidad no solamente contra los violentos, sino por las largas demandas contra hechos de flagrante corrupción y apropiación indebida del erario público, verdad de que todos sabemos ampliamente.
El asunto esta en colocar a la orden del día, y con carácter extraurgente, un cambio de 180 grados, y de manera significativa, en los pensums de colegios y universidades, algo así como la generación de la Nueva Urbanidad de Carreño, o la Nueva Cartilla Charry, con la que aprendimos a escribir, y que de paso, se incluyan los conceptos a ser reaprendidos a cabalidad.  La perdida ética y de valores elementales de tipo social y colectivo, como ejercicio de la verdadera ciudadanía del presente nuevo, que ameríta poner en vigencia como verdadera pedagogía de Paz, y poder superar así los nubarrones que no nos han dejado contemplar la vida en armonía¨

Decía el profesor Samuel Huntington que la violencia y la corrupción son dos síntomas del mismo mal.
En el caso de Colombia, también se puede afirmar que durante muchos años la guerra opacó la corrupción pues, a diferencia de esta última, los efectos del conflicto son casi siempre visibles e inmediatos.
En contraste, la corrupción es invisible o casi, hasta cuando se rebasa la copa y la situación es muy grave. Los casos recientes de corrupción en Colombia, tanto en las altas esferas del poder público, la política, la contratación y el sector privad no son nuevos, como tampoco lo son muchos de los involucrados.
El problema es que no habíamos visibilizado su magnitud ni la corrupción se había manifestado tan sistemáticamente en los más altos niveles del Estado: desde los políticos locales, hasta el mismo corazón de la justicia.
Muchas de las decisiones de nuestras altas cortes y tribunales se habían vuelto un referente nacional, y a veces regional, de imparcialidad y progreso socio-económico.
Piénsese en las decenas de decisiones de la Corte Constitucional sobre temas como el “estado de cosas inconstitucional” (T-025 de 2004) a raíz de la crisis humanitaria que generó el desplazamiento masivo de millones de víctimas del conflicto armado; las miles de tutelas que permitieron que muchos colombianos pudieran hacer realidad derechos fundamentales concretos en temas como el acceso a la salud, la educación, los derechos de las minorías, entre muchos otros; y claro, fallos históricamente trascendentales para la democracia del país como el que le impidió a uno de los presidentes más populares de Colombia perpetuarse en el poder, situación, esta sí, que hubiera llevado a Colombia a tomar el mismo camino que nuestra vecina Venezuela. Todos ellos son emblemáticos de los avances que logró la justicia colombiana.
Por ello, cuando la corrupción se destapa, y peor aún, cuando se ve claramente que no son unas pocas manzanas podridas sino muchas, y en especial en la rama del poder público encargada de vigilarla es imperativo tomar todas las medidas necesarias para controlarla sin recurrir a caserías de brujas, pero si atacando los síntomas de raíz.
El tema de cómo luchar contra la corrupción en Colombia, además, está sobre diagnosticado.
El progreso de la paz y del país, aun cuando muchos de los dividendos alcanzados hagan pensar que ya la paz no es el centro de la problemática del país, depende de que la corrupción no sea la regla, y de que quienes detentan el poder político y económico fortalezcan el estado de derecho, legislen para el bien de la mayoría, e inviertan los recursos donde deben ir, y no los usen para su propio beneficio o el de unos pocos.
La violencia será sistemática, como de hecho está ocurriendo otra vez en algunas regiones, mientras sigamos eligiendo a los mismos, o nos marginemos de nuestro derecho a votar, como ocurre con más de la mayoría de los colombianos que se abstienen de hacerlo. 
El 2018 es un año electoral, hagamos la tarea bien hecha.
En nuestras manos esta elegir bien a quienes nos gobiernan, pues estos a la vez elegirán al resto, y manejaran los recursos de un país que todavía no ha superado muchos de los problemas que perpetuó el conflicto armado durante años, entre ellos, opacar la corrupción que hoy nos invade. (Tomado de la Silla Llena: Red de la Paz Agosto 21 de 2017)







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