La corrupción, hija legítima del desprecio de la
igualdad de oportunidades
La estructuras de
poder en Colombia tienen su propia dinámica en la práctica que desemboca en el
clientelismo, la ineficiencia y la corrupción.
JESUS PEREZ GONZALEZ RUBIO
Tomado de EL ESPECTADOR
ABRIL 8 DE 2017
Por
cuenta de la olla podrida que significa Odebrecht en materia de corrupción,
como lo descubrió la justicia de los Estados Unidos y luego la brasileña, la
colombiana y la de otros varios países de América Latina, la corrupción es tema
de honda preocupación nacional. En proceso de solución el problema de la
violencia, es aquel el que más agita al país en estos días. El fenómeno es de
tales dimensiones que Carlos Caballero Argáez se ha sentido obligado a la
siguiente aclaración: “No todos los colombianos son corruptos”.
Claudia
López quiere hacer un referendo para “acabar la mermelada”, para que los
“sancionados por corrupción no tengan ningún tipo de beneficio carcelario”,
etc. Y hasta el Centro Democrático se toma la licencia de salir a la calle a
protestar contra la corrupción en compañía de “Popeye”.
La
caricatura de Thumor en El Espectador de ayer tiene la siguiente leyenda: “El
mayor desastre natural de Colombia es su clase política”.
Rudolf
Hommes culpa de la corrupción a los políticos, aunque supongo que no a todos:
“En Colombia es verdaderamente preocupante que la clase política esté
utilizando cada vez más el poder que le confiere su actividad política para
enriquecerse descaradamente… La facilidad con la que Odebrecht logró penetrar
todos los estamentos de la esfera política colombiana con una
inversión de recursos relativamente modesta ponen en evidencia la venalidad y
la pobreza de espíritu de todo el sistema”. (Negrillas, mías) (El Tiempo, 2 de
abril 2.017)
Nos
trae también es su artículo la siguiente frase de Obama: “la desigualdad es
el desafío que define nuestra era”. Antes de Obama la “Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano de 1.789” considera…“que la ignorancia, el
olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las
únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los
gobiernos”… (Negrillas, mías)
En
ningún país es tan cierto como en Colombia que la corrupción obedece al
desprecio de los derechos constitucionales fundamentales, entre ellos el de la
igualdad de oportunidades. Se vulnera este derecho cuando se contrata a dedo de
manera explícita, o disimulada a través de los “pliegos sastres”. Cuando se
contrata a dedo los servicios personales de profesionales y de otros; cuando se
contrata a dedo las agencias de publicidad y la publicidad en general, que,
digamos de paso, es un despilfarro de dineros públicos pues la Administración
no necesita hacer publicidad sino pedagogía sobre su obra de gobierno.
Igualmente cuando se contrata a dedo personal de carácter administrativo y
técnico para las entidades oficiales, es decir, servidores públicos. Cuando a
dedo se nombran casi todos los cónsules y casi todos los embajadores. Cuando se
le asigna a ciertos congresistas o a grupos de los mismos sectores completos de
la administración pública, por ejemplo, el Fondo Nacional del Ahorro al senador
tal de tal partido político por ser una figura relevante. Cuando a través de
los llamados “cupos indicativos”, se privilegia a dedo a unos congresistas
sobre otros lo que los coloca en posición de privilegio en la contienda
electoral futura. Y todo ello a cambio de lealtades políticas. Es lo que
algunos llaman compra de conciencias.
¿Cómo
opera el régimen, es decir, el clientelismo? Primero unos hechos: 1) El
Ejecutivo es quien tiene los contratos, los puestos, los cupos indicativos, los
créditos a través, por ejemplo, del Banco Agrario o de Icetex, los consulados,
las embajadas, las distinciones honorificas, etc. 2) El electorado, entre
nosotros, no se consigue desgraciadamente como en los países desarrollados
económica y políticamente exponiendo ideas, programas, planes, análisis con
conocimiento de los problemas públicos, encarnando los mejores intereses
generales de las gentes, sino dando puestos, becas, contratos, cupos
indicativos, publicidad a agencias o periodistas y todo esto a todos los
niveles: Nacional, departamental, distrital y municipal. La clase política
termina dueña de la Administración. 3) El Congreso aprueba las leyes, las
reformas constitucionales, otorga facultades extraordinarias, aprueba el
presupuesto y el plan nacional de desarrollo, determina la estructura de la
administración nacional, concede autorizaciones al Gobierno para celebrar
contratos, aprueba tratados, elige magistrados de algunas altas cortes como la
Corte Constitucional y la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, lo que
implica que los políticos eligen a algunos jueces después de todo tipo de
negociaciones y componendas que surgen naturalmente de este modo de
designación, cuando no hay nada más incompatible que la política y la justicia,
aún la justicia constitucional que tiene la obligación de frenar al Poder.
Elige al Contralor y al Procurador, el primero encargado de los procesos
fiscales y el segundo de administrar justicia disciplinaria.
Esta estructura de poder tiene su propia dinámica en la práctica que desemboca en el clientelismo, la ineficiencia y la corrupción.
Esta estructura de poder tiene su propia dinámica en la práctica que desemboca en el clientelismo, la ineficiencia y la corrupción.
Son
muchos los que denuncian el fenómeno pero pocos los que ofrecen fórmulas
concretas de solución. La ciudadanía está hastiada y cansada de todo esto como
lo demuestran las encuestas.
En
el próximo artículo me ocuparé de lo que considero las medidas indispensables
para quebrarle el lomo a la corrupción, que pasa por quebrarle el lomo al
clientelismo.
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